El objetivo de la economía circular es reducir hasta suprimir nuestra huella en el medio que habitamos. La accidentalidad laboral en nuestro sector debe ser otra de esas marcas que eliminemos de nuestra sociedad.
Personas que trabajan para personas
El sector medioambiental emplea a miles de trabajadores en la recogida de residuos, en limpieza viaria, en instalaciones de reciclaje o reutilización de materiales. Estas actividades requieren de plantillas amplias para poder ser llevadas a cabo con personas que vemos trabajando a diario y que forman parte del paisaje de nuestro entorno, que mantienen la higiene y salubridad de nuestras ciudades y son actores claves de la economía circular.
Por todo ello, el cuidado de su seguridad debe superar las fronteras internas de las organizaciones que realizan estos servicios y comenzar a abordarse desde un punto de vista social, con el objetivo de que este aspecto sea decisivo a la hora de reducir y eliminar los accidentes laborales en nuestro sector.
La mejora de la cultura en seguridad reduce accidentes
El descenso de la accidentalidad es un largo camino, con distintas etapas que empresas maduras y con experiencia en el sector han ido superando. Gracias al desarrollo de la normativa en seguridad, la mayoría de las organizaciones parten, al menos, desde el estricto cumplimiento técnico-legal que cada actividad requiere; se analiza el marco normativo y se disponen los medios técnicos o de formación e información necesarios y el empresario y los mandos directos asumen su correspondiente función de supervisión para trabajar con los técnicos y operarios en el cumplimiento de estas medidas.
Pero este enfoque no garantiza la reducción o eliminación de los accidentes laborales y enfermedades profesionales y una de las causas es pensar en la seguridad como una serie de normas a cumplir, en muchas ocasiones por pura obligación. Por ello, la manera de avanzar es enfocar la seguridad también desde una perspectiva cultural.
El objetivo es sustituir ese componente de obligatoriedad en el cumplimiento de las medidas de seguridad por el de voluntariedad. La prevención deja de ser progresivamente algo forzado, impuesto y obligatorio para pasar a formar parte del modo de actuar natural de cualquier miembro, sea cual sea su puesto en la organización. La meta es la prevención de todo daño al trabajador.
Los elementos emocionales para concienciar a todo el personal
Es este último paso el más difícil de dar. Sólo organizaciones con un fuerte liderazgo y con un gran recorrido en el sector son capaces de lograrlo de forma satisfactoria. En un principio, este enfoque cultural es impulsado por la dirección, que impulsa el cambio de paradigma, y con velocidad lo imprimen a gerentes y encargados, para que sean éstos a su vez los que muestren al trabajador de primera línea el camino a seguir, y lo hagan protagonista y partícipe de su propia seguridad.
Para posibilitar este cambio, y siempre con el objetivo de la eliminación de los accidentes, pasan al primer plano cuestiones emocionales. Se habla de la importancia de conservar la salud propia y de los compañeros, de la necesidad de llegar sano y salvo a casa todos los días, de los costes físicos y sentimentales que acarrean los accidentes laborales, tanto para el trabajador como para su familia.
Cultura preventiva y sociedad
Llegados a este punto, ponemos también sobre la mesa los costes sociales de nuestros accidentes. Prestamos un servicio directo e imprescindible a nuestra sociedad. A cambio debemos ser el sector que más duro trabaje en el campo de la seguridad y el bienestar de los trabajadores.
Ningún trabajo debe tener como consecuencia inevitable un deterioro físico o mental de las personas que lo realizan, no podemos permitir que nuestro servicio tenga un precio en forma de pérdida de salud de nuestros compañeros; debemos hacer de la eliminación de los accidentes un motivo de orgullo, no solo dentro de nuestras plantillas, también ante las comunidades a las que prestamos nuestro servicio.
Desde la empresa hacia la sociedad y desde la sociedad a la empresa
Trasladamos a nuestros equipos la necesidad de volver sanos y salvos a casa a diario, por ellos mismos, por sus familiares, por sus compañeros, pero también por nuestros principales auditores, los ciudadanos, que son quienes motivan nuestra actividad. Por eso, imprimimos en nuestras plantillas la satisfacción de cerrar meses, trimestres, años o lustros sin que nuestro trabajo haya tenido un precio humano.
En este sentido, también esa sociedad para la que trabajamos puede tener un papel activo. La pandemia supuso un punto de inflexión en la imagen y valor de nuestras tareas que debemos seguir impulsando y para que los usuarios del servicio, nuestros vecinos, nos ayuden a hacer nuestros trabajos más seguros.
Si ya hay campañas para respetar al peatón o al ciclista en la calzada, ¿por qué no para concienciar sobre el respeto a la persona que barre nuestras aceras, o que recoge los materiales que reciclamos en los contenedores de la calle? Seguimos lamentando periódicamente accidentes en los que nuestros trabajadores han sufrido de forma pasiva las consecuencias de fallos o imprudencias de terceras personas. Esta sería otra forma de cerrar círculos, en este caso, el de la salud de nuestros trabajadores.