NUEVA SEDE DE PREZERO IBERIA: Calle Dédalo, 2 Madrid
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PUBLICADA EL 8 DE FEBRERO DE 2022
Hay proverbios y frases de nuestra cultura con las que nunca he estado de acuerdo: la primera “la curiosidad mató al gato”, ¡no, por favor! La curiosidad es el motor de arranque, el estímulo que nos impulsa a adentrarnos en el proceso de la formación y el aprendizaje.
Quien realmente aprende es quien se hace preguntas en busca de respuestas. Desde preguntas motivadas por cubrir las necesidades más básicas, hasta la búsqueda del sentido de las cosas, pasando por el análisis de los porqués en el plano más abstracto.
En el ámbito de la Comunicación es esencial despertar –en el caso de que esté dormida- la curiosidad de nuestros interlocutores. Transmitimos imágenes, eslóganes, titulares, tuits… todo con el ánimo de ser escuchados en primer lugar, para en último caso motivar a las personas a hacer algo: a comprar un servicio o producto, a elegir a un político, a influir en una actitud, a cambiar una norma, a despertar el deseo de algo…
El cómo poder hacer aflorar esa curiosidad es algo bastante más complicado de lo que a todas luces podría parecer. Pensemos que en función del objetivo que tengamos, las técnicas que podremos usar son diferentes. Pero no olvidemos que es básico saber a quién nos dirigimos; nuestro público impone las normas. No podemos despertar de igual modo la curiosidad en un niño que en un adulto, en personas de diferentes culturas, etc. Algo que parece tan obvio, en algunos casos pasa desapercibido. Y no lo es.
Antes de comunicar, antes de pretender influir, antes de intentar cambiar, antes de realizar nada, hay que observar y escuchar. Un niño no aprende a hablar hasta que no ha observado (y asimilado) el proceso del habla. Un comunicador no puede lanzar una buena campaña sin antes haber escuchado las necesidades, inquietudes y problemas de quien, en cierto modo, le reclama una solución. Quien no escucha no entiende ni puede atender a su interlocutor.
Para despertar la curiosidad del otro hace falta ser genuinamente curioso, tener ganas de aprender, buscar los porqués, los para qués, los cómos y los “y si…”
Me atrevería a decir que existen algunos rasgos de las personas curiosas:
Es imposible que la curiosidad pueda matar, solo puede ayudar a mejorar y a no dejar de aprender. Un principio extensible a cualquiera de los ámbitos de la vida, también en el del medioambiente. Atrevámonos a descubrir diferentes formas de reparar lo que parecía obsoleto, a darle nuevas aplicaciones a aquello que ya no usamos, fomentemos la investigación para desarrollar diversas fórmulas que permitan mejorar el tratamiento de residuos… Innovemos, exploremos, busquemos. Y ¡quién sabe! Si somos osados, quizá podamos regalarle al felino una octava vida, y a nuestro planeta nuevas oportunidades para que su corazón siga latiendo.
PUBLICADA EL 08 DE FEBRERO DE 2022