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¿Salud o economía?: el falso dilema

Covid19

La seguridad y la salud son un pilar estratégico para la mayoría de las compañías. Aunque los planes de las empresas para conseguir entornos más seguros han evolucionado vertiginosamente estos últimos años, estamos en el momento de dar un salto adelante.

¿Cómo? No basta con disponer de marcos y políticas de obligado cumplimiento, centrados en un control del número de accidentes, su gravedad y su frecuencia. Es necesario evolucionar hacia los procesos y los sistemas de apoyo que permitan que las personas podamos asumir un papel activo en nuestra propia salud, seguridad y bienestar.

Nuestra prioridad consiste en llegar a casa cada día sanos y salvos y, además, en velar porque nuestros compañeros hagan lo mismo. Cada uno tenemos que contribuir a que nuestros entornos laborales sean lugares seguros.

Tradicionalmente, el lugar de trabajo solía ser un entorno estático y controlado. Ya no es así. Las formas de trabajar han ido evolucionando y, hoy en día, somos muchas las personas que podemos trabajar desde “cualquier” sitio, en contextos imprevisibles y en constante evolución. Por lo tanto, resulta imprescindible que situemos al empleado en el centro y le hagamos corresponsable de su seguridad y su salud.

Al mismo tiempo, la empresa debe dotarnos de los medios necesarios, impulsar nuestra formación y empoderarnos para adoptar las medidas adecuadas en cada momento. Somos nosotros quienes debemos actuar de forma segura.

 

¿Qué estamos aprendiendo con la pandemia?

 

El último año, marcado por la COVID19, ha provocado grandes cambios en muchos ámbitos de nuestra vida personal y profesional. La pandemia ha impactado en nuestras rutinas de vida y trabajo, generándonos situaciones, a menudo acompañadas de estrés y ansiedad. Esta disrupción también ha afectado a las empresas, que han tenido que evolucionar rápidamente para dar respuesta a las nuevas necesidades. Sin duda, la seguridad, la salud y el bienestar han pasado a ocupar un primer plano en las agendas corporativas.

Según el Instituto Nacional de Seguridad y Salud en el Trabajo, “las preocupaciones y prioridades en el mundo de la seguridad y la salud en el trabajo de los próximos años, se van a ver condicionadas por la pandemia de la COVID19, que está sacudiendo nuestra sociedad y poniendo en cuestión muchos de los paradigmas industriales, laborales y sociales con los que convivíamos hasta hace poco tiempo”.

Durante muchos meses, hemos dedicado esfuerzo, tiempo y recursos a poner en marcha protocolos, procedimientos, iniciativas, etc. para fomentar la seguridad laboral y minimizar los diferentes impactos del coronavirus. Pero, una vez superado el shock inicial, tenemos que reflexionar sobre lo que está ocurriendo e identificar lo que es verdaderamente esencial, las lecciones aprendidas estos últimos meses y las consecuencias a medio y largo plazo.

La seguridad y la salud son un pilar estratégico para la mayoría de las compañías. Aunque los planes de las empresas para conseguir entornos más seguros han evolucionado vertiginosamente estos últimos años, estamos en el momento de dar un salto adelante.

¿Cómo? No basta con disponer de marcos y políticas de obligado cumplimiento, centrados en un control del número de accidentes, su gravedad y su frecuencia. Es necesario evolucionar hacia los procesos y los sistemas de apoyo que permitan que las personas podamos asumir un papel activo en nuestra propia salud, seguridad y bienestar.

Nuestra prioridad consiste en llegar a casa cada día sanos y salvos y, además, en velar porque nuestros compañeros hagan lo mismo. Cada uno tenemos que contribuir a que nuestros entornos laborales sean lugares seguros.

Tradicionalmente, el lugar de trabajo solía ser un entorno estático y controlado. Ya no es así. Las formas de trabajar han ido evolucionando y, hoy en día, somos muchas las personas que podemos trabajar desde “cualquier” sitio, en contextos imprevisibles y en constante evolución. Por lo tanto, resulta imprescindible que situemos al empleado en el centro y le hagamos corresponsable de su seguridad y su salud.

Al mismo tiempo, la empresa debe dotarnos de los medios necesarios, impulsar nuestra formación y empoderarnos para adoptar las medidas adecuadas en cada momento. Somos nosotros quienes debemos actuar de forma segura.
¿Qué estamos aprendiendo con la pandemia?

El último año, marcado por la COVID19, ha provocado grandes cambios en muchos ámbitos de nuestra vida personal y profesional. La pandemia ha impactado en nuestras rutinas de vida y trabajo, generándonos situaciones, a menudo acompañadas de estrés y ansiedad. Esta disrupción también ha afectado a las empresas, que han tenido que evolucionar rápidamente para dar respuesta a las nuevas necesidades. Sin duda, la seguridad, la salud y el bienestar han pasado a ocupar un primer plano en las agendas corporativas.

Según el Instituto Nacional de Seguridad y Salud en el Trabajo, “las preocupaciones y prioridades en el mundo de la seguridad y la salud en el trabajo de los próximos años, se van a ver condicionadas por la pandemia de la COVID19, que está sacudiendo nuestra sociedad y poniendo en cuestión muchos de los paradigmas industriales, laborales y sociales con los que convivíamos hasta hace poco tiempo”.

Durante muchos meses, hemos dedicado esfuerzo, tiempo y recursos a poner en marcha protocolos, procedimientos, iniciativas, etc. para fomentar la seguridad laboral y minimizar los diferentes impactos del coronavirus. Pero, una vez superado el shock inicial, tenemos que reflexionar sobre lo que está ocurriendo e identificar lo que es verdaderamente esencial, las lecciones aprendidas estos últimos meses y las consecuencias a medio y largo plazo.

La situación excepcional que estamos viviendo ha generado la necesidad de centrarnos en la salud, pues, aunque ya lo sabíamos, hemos comprobado que, en ausencia de ésta, todo el sistema se tambalea. Tal como indica este informe de Deloitte, resulta imprescindible “tomarse el tiempo para incorporar distintas perspectivas, voces y líderes en diferentes niveles de contribución para trazar lo que viene después (…) A medida que las organizaciones inicien el proceso de recuperación, deberán reforzar su compromiso con el bienestar y propósito por medio de un enfoque en las inquietudes físicas, psicológicas y financieras”.

Por tanto, como sociedad debemos ampliar el enfoque de la seguridad y la salud en todas sus facetas, incluyendo de manera prominente el bienestar, una vertiente bastante olvidada hasta ahora. De lo contrario, será imposible que recuperemos la confianza necesaria para recuperar la productividad que deseamos. Está claro que cuanto más sano está un empleado, mayor es su rendimiento, por lo que debemos fomentar su bienestar y su salud de manera activa. El resultado es un win-win: más bienestar y satisfacción para la persona, y mayor rentabilidad y productividad para la empresa.

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La pandemia nos ha privado de muchas cosas y nos ha hecho poner el foco en otras tantas que quizás dábamos por descontado. Hemos concienciado que nuestra salud va mucho más allá del mero bienestar físico, cuando los confinamientos y restricciones han inducido a una menor actividad física. En algunos casos, la alimentación y el descanso también se han visto resentidos. Algunas empresas han reaccionado con versiones online de la oferta de ejercicio físico que ya ofrecían antes de la pandemia, pero son necesarias más iniciativas para fomentar un estilo de vida saludable.

Nuestro bienestar social también se ha resentido. El equilibrio entre la vida laboral y la personal, junto a las relaciones positivas con otras personas, dentro y fuera del ámbito laboral, son fundamentales. En 2020, el teletrabajo en España ha crecido más de un 20%, en un país en el que no estábamos acostumbrados a esta modalidad. Según el INE, “solo un 4,8% de los empleados teletrabajan en España en 2019. Sin embargo, las posibilidades para realizar esta modalidad de trabajo se elevan al 22,3% y, según algunas encuestas, incluso este porcentaje se habría superado hasta alcanzarse un 34% de personas teletrabajando durante las semanas de confinamiento por la crisis de la COVID19”. Pero no debemos olvidar que el ser humano es social por naturaleza. Necesita de la conexión y la interacción con otras personas para recargar las pilas. Durante el último año, nos hemos visto enfrentados repentinamente a nuevos retos, nuevas maneras de relacionarnos con los amigos, y entornos laborales a los que no estábamos habituados, que requieren otras formas de gestionar, de liderar, de hacer.

Por último, el bienestar emocional, que influye de forma determinante en la salud mental de las personas, se refiere a la sensación de control de la vida propia, con objetivos vitales y un cierto sentido de pertenencia. Esta dimensión ─precisamente la que más nos afecta─ es la gran olvidada.

La preocupación por la salud y la pérdida de seres querido han pasado a formar parte de nuestro día a día, sin olvidar la preocupación por la estabilidad laboral ─y con ello, la fuente de ingresos que permite cubrir las necesidades básicas. Las cifras de evolución del desempleo en este último año muestran cómo se ha tambaleado una base fundamental para el bienestar de muchas personas. El estrés, la ansiedad y las preocupaciones nos han afectado a todos y somos mayoría quienes nos hemos visto sobrepasados emocionalmente.

 

La salud y el bienestar de los empleados son imprescindibles para la productividad

Desarrollar una cultura basada en el bienestar, en todas sus facetas, es más trascendental que un punto a tratar en la agenda de las empresas. Los directivos a todos los niveles deben tomar el tiempo necesario para escuchar y verbalizar las preocupaciones de los empleados y conectar en temas que van más allá de la seguridad física. Es necesario prestar atención, también, a las preocupaciones y la salud emocional, y alentar a que los empleados hagan lo mismo con sus compañeros.

La comunicación es un aspecto clave, que debe reforzar y divulgar el relato del bienestar a todos los niveles, tanto interna como externamente a la empresa. La salud y la seguridad de la plantilla debe estar presente en todos los planes y en la toma de decisiones, a modo de hilo conductor, para impulsar la evolución continua de una verdadera cultura holística de seguridad, salud y bienestar, que dará sus frutos, sin ninguna duda, en la mejora del rendimiento de las empresas.

No podemos ser complacientes. Queda mucho camino por andar, pero tenemos ante nosotros la oportunidad de escribir una nueva etapa en la historia del bienestar en el trabajo. Por qué no empezar por preguntarnos: ¿qué tal están mis compañeros? ¿qué voy a hacer yo para que sientan que me preocupo por ellos?

Fuente original: Ferrovial

Begoña Parada
Begoña Parada

PUBLICADA EL 09 DE DICIEMBRE DE 2021