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COP27: poca ambición frente a la emergencia climática

Medioambiente

Como suele ser habitual en este tipo de conferencias, la Cumbre del Clima (COP27) ha cerrado con retraso un documento final consensuado por los países participantes (las “partes” de la COP) que no demuestra demasiados avances en la lucha contra el cambio climático ni en la parte de mitigación ni en la de adaptación, especialmente en la transferencia económica que los países más vulnerables al calentamiento global y menos desarrollados exigen, ya con urgencia, a las naciones desarrolladas por las emisiones históricas de C02.

El documento final satisface a muy pocos por su falta de ambición y, sobre todo, por su falta de concreción en casi todos los aspectos que se esperan de esta cumbre. Simon Stiell, secretario ejecutivo de la Conferencia Marco de Naciones Unidas para el Cambio Climático, CMNUCC (UNFCCC, por sus siglas en inglés) decía tras la aprobación del documento final que «este resultado nos hace avanzar, porque en este texto se nos asegura que no hay lugar para el retroceso”

Por el contrario, el vicepresidente ejecutivo de la Comisión Europea, Frans Timmermans, dijo estar «decepcionado» por no haber conseguido que se adoptara «un lenguaje fuerte» en temas de mitigación. En la misma línea se mueven las principales ONG, cuyo balance es bastante negativo, aun reconociendo algunos avances.

La Unión Europea ha sido el participante de la COP27 que más ha empujado para sacar adelante una declaración final más ambiciosa. De hecho, sus representantes amenazaron en la recta final de la negociación con levantarse de la mesa y dejar la cumbre. “Es mejor no tener acuerdo y a firmar un mal acuerdo”, dijeron.

Aunque la presidencia de la COP27 no pasará a la historia como una de las mejores, los problemas no solo han estado en la gestión de sus organizadores. Todos sabían antes de iniciar la cumbre que desde la COP26 de Glasgow de finales de 2021, el contexto global no estaba ayudando en dada a avanzar en la lucha contra el cambio climático.

El incremento en los precios de la energía fósil, muy especialmente tras la invasión de Ucrania por parte de Rusia en febrero de 2022, las tensiones comerciales y geopolíticas entre China y Estados Unidos, la rotura de suministros en las cadenas de valor global y, la constatación de que muchas de las principales economías del mundo están entrando o van a entrar en recesión, hace que en este último año hayan sido muy pocos los países en mejorar sus objetivos climáticos, un compromiso adquirido en la COP de 2021 y que no se ha visto cumplido.

Otros dirigentes, incluso, han llegado a afirmar que, por primera vez en las Cumbres del clima (COP27), se ha roto la confianza Norte-Sur. Bajo el concepto de justicia climática, los países con menos recursos piden una “compensación” a los Estados más ricos.

 

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Ayudar a los más vulnerables

 

Aunque finalmente se ha conseguido incluir en la declaración final la creación de un mecanismo de “Pérdidas y daños”, es una decisión que no contenta a casi nadie y que define muy poco “qué, cómo y cuándo”. Es un primer paso, pero un paso demasiado tibio.

En este punto, el debate estará en definir cuáles son verdaderamente los países pobres y vulnerables que han de recibir estos fondos, pues en la actual “división” de Estados, por ejemplo, China sigue siendo considerado un país en vías de desarrollo y podría recibir fondos, aunque actualmente sea el mayor emisor de C02 con algo más del 30% de las emisiones mundiales.

Parece lógico pensar que estas ayudas deberían llegar a países con pocas capacidades económicas y donde los impactos del cambio climático hacen tambalear su propia supervivencia, como los estados insulares (por el aumento del nivel del mar), algunos asiáticos (con fuertes inundaciones) o los africanos, que llevan años sufriendo importantes sequías. Son los países que en la declaración final de la COP se han calificado como “particularmente vulnerables”.

En todo caso, y vista la evolución de las negociaciones y los intereses contrapuestos de los países, ya resulta en sí mismo un logro que se haya incluido en la declaración final la creación de un mecanismo. Es la primera vez en la historia de las COP que este tema de “Pérdidas y Daños” entra en la agenda oficial de las cumbres del clima, lo que tiene su lógica, pues los impactos del calentamiento global están siendo mucho más rápidos, numerosos y virulentos de lo previsto.

En resumen, las partes (los casi 200 Estados que forman la COP) han decidido establecer nuevos acuerdos de financiación y un fondo específico para ayudar a los países en desarrollo a responder a las pérdidas y daños provocados por los impactos del cambio climático. También acordaron establecer un «comité de transición» para estudiar sobre cómo poner en marcha estos mecanismos de financiación en la próxima COP28 de 2023. Se espera que la primera reunión de este comité se celebre en el mes de marzo.

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COP27: Adaptación y mitigación

 

Las Partes de la CMNUCC tiene como horizonte el llamado Objetivo Mundial de Adaptación para cerrar en la COP28 de 2023, lo que permitirá desarrollar la llamada Primera Evaluación Global sobre adaptación. Para llegar a este objetivo los países en desarrollo deberían transferir a los Estados en vías de desarrollo 100.000 millones de dólares anualmente, pero de momento nunca se ha llegado a esta cifra (en 2020 fueron 183.000 millones).

Es el llamado Fondo Verde para el Clima. Muchas voces han destacado dos problemas con este Fondo durante la COP: por un lado, además de no cumplir con lo prometido, los 100.000 millones anuales ya no es una cifra realista, porque habría que actualizarla al alza, y por otro lado se abre cada vez más la opción de cubrir el fondo con financiación privada, lo que algunos países y numerosas ONG no ven una opción.

 El último informe de la ONU, publicado unos días antes de iniciarse la COP27 a principios de noviembre, dejaba claro el campo de juego para las negociaciones: con los actuales planes nacionales de reducción de emisiones no llegamos a los objetivos marcados en el Acuerdo de París: no pasar de un incremento de temperatura de 2 grados en este siglo y, en la medida de los posible, quedarnos por debajo de los 1,5 grados de subida. Sumando los planes de reducción de todos los países el Planeta superará con certeza los 2,5 grados de aumento de la temperatura.

Si queremos alcanzar los objetivos del Acuerdo de París, se debería llegar al “pico” máximo de emisiones en 2025 y reducir las mismas en un 45% para 2030. Las previsiones actuales no están alineadas con este escenario y no se han producido avances significativos durante esta COP.

Los acuerdos en mitigación ha sido muy pobres. Se ha puesto en marcha un programa de trabajo sobre mitigación destinado a aumentar urgentemente la ambición y la aplicación de la mitigación. La Unión Europea ha salido muy decepcionada, especialmente tras anunciar hace unos días que aumentará su reducción de emisiones del 55% al 57% para 2030. La Zona UE es, con diferencia, la que más está trabajando en mitigación a nivel mundial y, sin embargo, los emisores más importantes como Estados Unidos, China o India siguen siendo muy tibios con sus planes de mitigación. Por ejemplo, China mantiene su compromiso de llegar al “pico de emisiones” en 2030, algo a todas luces insuficiente.