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El camino hacia la circularidad

Tribuna publicada en ENFOQUE, la revista corporativa de PreZero España distribuida junto con RETEMA.

 

 

Hace tiempo que el falso dilema entre economía y medioambiente está superado. Los recursos naturales son finitos y el modelo de producción lineal está llamado a dar paso a un nuevo paradigma más sostenible, tanto medioambiental y económica como socialmente.

 

Por tanto, la cuestión radica en el ritmo al que debemos recorrer esa ruta fijada. En el caso de España, tenemos ─como país─ un reto mayúsculo por delante. Si bien la Unión Europea (UE) fijó para 2020 un porcentaje mínimo de recuperación de los residuos municipales del 50%, mejorando un 5% cada lustro hasta el 65% en 2035, la media en España hoy apenas supera el 40%. Algo similar ocurre con la ratio de vertido. Frente al máximo del 10% fijado para 2035, hoy en España seguimos vertiendo la mitad de los residuos municipales, lo cual nos sitúa en el puesto 23 entre los 33 países europeos analizados. Asumiendo que queda mucho por hacer, ¿cuáles son las variables que pueden acelerar este reto que tenemos como sociedad?

 

Tecnología.  Actualmente, la industria ya dispone de las soluciones necesarias para cumplir esos compromisos. La principal herramienta para reducir drásticamente el uso del vertedero (la opción menos sostenible para la UE) es la aplicación estricta de la jerarquía de residuos. Esto es, abundando en la prevención y la reutilización, pero también mejorando enérgicamente las ratios de reciclaje y valorización, reduciendo de esta forma el porcentaje de residuos destinados a la eliminación. En este sentido, creo importante destacar el papel que la valorización energética juega en el cumplimiento de los objetivos. La realidad es que la valorización energética es una práctica imprescindible en todos los países europeos que presentan mejores resultados que el nuestro respecto al cumplimiento de los objetivos medioambientales. Países como Francia (con 131 plantas), Reino Unido (129), Alemania (108), Dinamarca (43), Suiza (30), Suecia (26), Países Bajos (15) o Austria (12) operan estas plantas con normalidad, estableciendo controles ambientales tan estrictos que permiten que un grupo destacado de ellas estén situadas en los centros urbanos de París, Viena, Copenhague o Londres, por ejemplo. En España, actualmente contamos con 11 plantas frente a las 631 europeas─-es decir, 1 planta por cada 400.000 suecos o 500.000 franceses, pero 1 por cada 4,3 millones de españoles-, lo que nos obliga a seguir abusando del vertedero como tratamiento de eliminación y nos impone el reto comentado frente al cumplimiento de objetivos comunitarios.

 

Otra solución óptima de tratamiento, en este caso para los biorresiduos -entre el 30 y 40% de los desechos urbanos y que, con la progresiva implantación de la recogida separada de la fracción orgánica, va a convertirse en un flujo crítico en términos de tratamiento- consiste en la biometanización de los mismos, es decir, su transformación en biogás y digerido: biogás que puede usarse para generar electricidad o puede enriquecerse y generar biometano; y digerido que puede transformarse en compost de calidad que mejore nuestros suelos. La oportunidad de generar una industria asociada a la producción de biometano, un gas de origen renovable y limpio que puede ser inyectado en la red gasista y utilizado en hogares, industrias o vehículos, es clara para España. La UE nos señala como el cuarto país con más potencial de generación en Europa, pudiendo generar hasta un 10% del total del gas natural consumido en España en el horizonte 2030. No debemos perderla.

 

Además, y aunque la madurez tecnológica, en este caso, aún está claramente en desarrollo, la industria está avanzando, año a año, en el diseño de nuevas soluciones que, incorporando técnicas como la gasificación o la pirólisis, permitirán la conversión de los residuos en aceites, biocombustibles y otro tipo de productos sostenibles.

 

Inversiones. Sobre la base de un marco legislativo estable, pensado para incentivar las inversiones también desde el sector privado, la movilización de recursos públicos resulta absolutamente imperativa para cumplir los objetivos a los que España está comprometida. La Fundación para la Economía Circular ha cifrado la inversión necesaria en nuestro país en unos 2.600 millones hasta 2035: 603 en recogida y puntos limpios; 1.223 en tratamiento y 793 en reciclaje y reutilización. A nivel europeo, la propia Comisión estima un volumen de inversión de 31.470 millones hasta 2035, tomando en cuenta la situación de partida de los 27 países de la Unión respecto al tratamiento de los residuos municipales, el objetivo de reducción del vertido de estos residuos y sus propias Directivas sobre envases y residuos de envases.

 

Colaboración público-privada. Al igual que ha sucedido en otros países de referencia en esta materia, una relación más estratégica entre el sector público y el privado facilitaría el salto cualitativo que España necesita para cambiar el statu quo en los próximos años. Al tiempo que las administraciones habilitan un marco legislativo adecuado e incentivan la inversión de la industria, las empresas debemos aportar nuestro know-how, nuestra capacidad de gestión e innovación y la participación decidida en dichas inversiones, a la vez que los productores apuestan por el uso de materiales recuperados y los ciudadanos contribuimos desde la separación en origen y la exigencia de productos y servicios sostenibles.

 

En este sentido, contamos con una serie de buenas prácticas perfectamente extrapolables a otros territorios, como ocurre en Toledo con la sociedad público-privada GESMAT (un ejemplo de fructífera colaboración desde hace 25 años para la recogida y el tratamiento de los residuos municipales de dicha provincia), la planta privada de reciclaje de plástico PET en Les Franqueses del Vallès (Barcelona) -una de las instalaciones con mayor capacidad instalada de Europa- o la Planta de Tratamiento de Biogás del Parque Tecnológico de Valdemingómez del Ayuntamiento de Madrid, una instalación que destaca entre los primeros puestos europeos en cuanto a capacidad de producción de biometano.

 

Sin duda, existen aceleradores adicionales, pero estas tres variables son esenciales. No debemos perder de vista que España afronta un gran reto, pero también una oportunidad única para generar una nueva industria vanguardista, que cree tejido empresarial y permita empleos de calidad, dando así respuesta a fenómenos sociales y medioambientales que han venido para instalarse entre nosotros de manera definitiva.

 

El antiguo dogma en el que los residuos eran “basura”, desperdicio sin valor, en apenas unos años ha sido sustituido por otra premisa con un futuro prometedor, una nueva visión del mundo en la que la práctica totalidad de los residuos son una fuente de materias primas renovables, ya sea en forma de materiales sostenibles o en forma de energía renovable. En definitiva, en una fuente de recursos.

 

Estamos, pues, en la senda correcta para reemplazar un círculo vicioso por otro virtuoso, conscientes de que no existe un camino hacia la economía circular, pues la circularidad es el camino.